viernes, 16 de mayo de 2014

EL JILGUERO. DONNA TARTT

La escritora estadounidense Donna Tartt (Mississippi, 23-12-1963) ha sido galardonada con el premio Pulitzer en la categoría de novela por su obra El jilguero. El jurado ha destacado que se trata de una novela bellamente escrita, con un exquisito dibujo de personajes, una obra que estimula la mente a la vez que toca el corazón.

En esta época apresurada, los libros gruesos son contemplados con sospecha, y a veces, desdén. La suspicacia de los compradores de libros está más justificada. Al fin y al cabo, al crítico le pagan por leer. Los consumidores tienen que gastar su dinero para tener el mismo privilegio. Y luego está la cuestión del tiempo. Los compradores tienen todo el derecho a preguntarse si realmente desean entregar dos semanas de su vida a una determinada novela, y si valdrá la pena habiendo tantas -la mayoría bastante más breves- que reclaman su atención.  Escribir una novela de esta extensión y densidad equivale a hacer la travesía de Estados Unidos a Irlanda en una barca de remos, un trabajo al mismo tiempo solitario y agotador.

Es mi feliz deber comunicarles que no es el caso, y que todos los recelos pueden ser dejados de lado. El jilguero es una rareza que se da quizá media docena de veces en una década, una novela escrita con inteligencia que conecta tanto con el corazón como con la mente. La he leído con la mezcla de pánico y excitación que siento cuando veo a un lanzador que va a llegar a las últimas entradas de un partido de béisbol sin haber permitido ni una vez alcanzar las bases al equipo contrario. Uno está a la espera de que todo se eche a perder; pero en El jilguero eso no ocurre. 
Como en el mejor Dickens, la novela da un giro por puro accidente, en este caso, una fuerte tormenta sobre la ciudad de Nueva York. Theo Decker, nuestro narrador adolescente, ha sido expulsado temporalmente del colegio. Él y su madre, por la que siente un gran afecto, habían salido para una “entrevista” con las autoridades de la escuela, pero se refugian en el Museo Metropolitano de Arte para escapar del mal tiempo. Se produce un atentado terrorista con bomba y muere mucha gente. Una es una mujer con un bronceado artificial: “Su tez tenía un saludable color albaricoque a pesar de que le faltaba la parte superior del cráneo”. Audrey Decker, la madre de Theo, es otra de las víctimas. 

 Semejante ataque nunca ocurrió, y el cuadro que un aterrorizado Theo escamotea de las ruinas -El jilguero, pintado en 1654 por Carel Fabritius- nunca ha sido robado. Se encuentra en la Galería Real de Pinturas de La Haya. Esto no menoscaba la afortunada narración de Tartt, que se prolonga durante 10 años de peripecias de Theo. La primera nota encierra una ansiedad al estilo de Rebeca. En esa novela, el anónimo narrador empieza diciendo,. Theo comienza de forma tan parecida que podría ser un homenaje: “Cuando todavía estaba en Ámsterdam, soñé con mi madre por primera vez desde hacía años”. Es posible que no soñase con ella a menudo, pero Audrey Decker rara vez abandona la mente de este Oliver Twist del siglo XXI. Sorprende que tan pocos novelistas escriban satisfactoriamente sobre la aflicción, pero Tartt -cuyo lenguaje es denso, evocador y tan vívido que embriaga- lo hace de forma insuperable. “Estaba fuera de juego”, dice Theo.


Hay toques dickensianos de suspense y brillantes caracterizaciones. Y es cierto que hay algunos desaciertos. Resulta difícil creer que la información de la televisión sobre un ataque terrorista pudiese ser interrumpida por un anuncio de colchones, y hay mucho más sobre restauración de muebles de lo que yo habría necesitado.

Sin embargo, en su mayor parte El jilguero es un triunfo con un tema valiente que la atraviesa: el arte puede crear adicción, pero también rescatarnos de la “burda tristeza de las criaturas que luchan con denuedo por su vida”. Donna Tartt nos brinda un extraordinario trabajo de ficción.

STEPHEN  KING EN EL CULTURAL.

L

1 comentario:

  1. Me parece una novela magnífica, absorbente, con pasajes quizás excesivamente largos pero que, en el contexto de la novela, no hacen que pierdan el ritmo ni el interés. Absolutamente necesaria. Rosa Martinez

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